![[personal profile]](https://www.dreamwidth.org/img/silk/identity/user.png){kind=small}
My love is vengeance (Spangel/Pete Townshend)
DISCLAIMER :"Los personajes no son míos pertenecen a Joss Whedon, Mutant Enemy, la W.B, UPN y FOX, o quien sea que tenga ahora sus derechos, y sólo los uso para contar esta historia. La cual si me pertenece, y por la que no persigo ningún fin comercial.
Resumen: Habéis escuchado la preciosa canción "Behind blue eyes" de The Who? Yo sí, y me pregunté, qué pasaría si Pete Townshend la hubiera escrito realmente tras un encuentro con Spike? Hmmm sin intención de ser un AU, pero podría catalogarse así.
Notas:Espero que no os sea complicado de deducir desde qué punto de vista se está hablando cada vez. Por si acaso, creo que voy a puntualizarlo al principio de cada capítulo ^^
Julio 1964, nº 90 de la calle Wardour; Soho, Londres. (Spike'S POV)
El local hace honor a su fama. Has tardado en dar con él, pues hace apenas unos meses cambiaron su habitual dirección. No está mal, te dices mirando a tu alrededor, al menos no parece haber perdido su espíritu original.
No sabes si se debe a su relativamente reciente apertura, pero a esas horas en The Marquee esta noche no cabe ni un alma. Bueno, no es que eso suponga un problema para ti. Sonriendo por tu propia broma, bebes un trago largo de tu cerveza y con esfuerzo te abres paso entre el tumulto, hasta ponerte en primera fila, ante el escenario.
El primero en salir a escena, entre voces y denso humo gris de cigarrillos, es un joven guitarrista. Alto, desgarbado, con una prominente nariz y el pelo largo hasta los hombros cayéndole oscuro y descuidado sobre el rostro. Estúpidamente su recuerdo te muerde como una serpiente, siseando en tu sangre irritada, pero logras entumecer el dolor bebiendo otra vez. No esta noche, te dices airado.
La banda comienza a tocar y todavía no han pasado dos minutos cuando blasfemas extasiado. Dios, son geniales. Brutales, caóticos. La música te envuelve, te transporta, traspasa tus sentidos, los colapsa. Te hace aullar y tu voz se pierde en el griterío del local; todos los allí presentes parecéis lobos salvajes respondiendo instintivamente a la llamada de la Noche.
El vocalista os hace frente con su voz exageradamente chulesca, escupiéndoos incluso algunas de las estrofas, retándoos. Al fondo el batería juega con vuestros impulsos a golpe de baqueta. Pero el mejor, el mejor de todos es sin duda alguna, el guitarrista.
Se pasea arriba y abajo por el escenario, saltando, preso de un delicioso frenesí. Los acordes creados por sus dedos flotan ante ti, sobre ti, dentro de ti como densas gotas de veneno. En una de sus vueltas se para justo ante ti, la frente perlada de sudor, los ojos desorbitados, girando su brazo derecho contra las cuerdas en un desquiciado remolino.
Pierdes la noción del tiempo y del espacio. Apenas eres consciente de lo que haces; a veces crees oírte gritar, intuyes que te mueves al unísono de los que te rodean, presos como tú de la locura que emana del escenario, como sangre de una herida.
Tu garganta brama roncamente cuando la batería salta hecha pedazos, una baqueta pasa a toda velocidad cerca de tu cabeza. Es increíble. Esos tíos son unos dioses, su música es una obra maestra, su puesta en escena; una oda al desastre, al caos, una catarsis destructiva que culmina con la guitarra del moreno estampándose con estrépito contra el suelo.
El chico deja caer lo poco que queda de su instrumento una vez la música ha cesado, y mira a su alrededor como si no supiera dónde está. Por una fracción de segundo vuestras miradas se cruzan y aunque sabes que es imposible, durante ese efímero instante, te parece ver en el fondo de sus pupilas dilatadas la sombra de tu alma perdida.